Tras
la ejecución de Robespierre y
de otros elementos jacobinos
("montañeses")
la revolución se adentró en una
fase moderada. Fue redactada
una nueva
Constitución, la
de
1795, y se ensayó
la fórmula del
Directorio,
así denominado porque el poder Ejecutivo
quedaba en manos de
5 miembros
(directores), en tanto
que el Legislativo descansaba en dos Cámaras
(Consejo de los Quinientos y
el Senado).